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Una sola noche

La interpretación de la música antigua (II)

Releyendo el post de hace cuatro días, creo que debo matizar alguna cosa, ya que todo no es tan blanco o negro como parece. En esto de la música antigua hubo una época de pioneros, los años 60-70, donde intérpretes como Harnoncourt y su Concentus Musicus Wien, Leonhardt o los hermanos Kuijken, además de los ingleses Gardiner(English Baroque Soloists) o Hogwood y su Academy of Ancient Music, buscaron una vía muy filológica, de respeto al limite por lo escrito y la fidelidad a la estética de la época. Esto fue muy criticado entonces, ya que los intérpretes estaban en una fase de cierta "experimentación" y era dificil dominar instrumentos que habían dejado de tocarse hacía mucho tiempo. Así, los críticos más conservadores se quejaban de que los grupos tocaban desafinado o había frecuentes fallos, sobre todo en la sección de viento. Evidentemente, los niños (por muy bien que canten) no tienen la formación y la expresividad que puede tener una cantante adulta y con una formación sólida. Además, se entraba en un debate casi coyuntural sobre si realmente se podía llegar a reproducir fielmente un sonido, una estética, siendo que realmente la música la mayoría de veces (por no decir siempre) está condicionada por factores extramusicales como la sensibilidad de cada intérprete, su formación, el gusto de cada época, las modas, etc. Desde luego, el ideal de la música grabada, perfecta, sin un solo fallo, que ya entonces se imponía en nuestra cultura, no cuadraba con la esencia misma de una época donde se componía, ensayaba y hacía música al día.

El reto era: o somos fieles hasta el extremo, aunque la música no salga perfecta, o somos menos fieles, buscando la perfección musical. Ninguna posición era correcta, aunque no podemos olvidar que vivimos en el siglo XXI y nuestros oidos son de ahora.

En los 80-90 se llevó la idea de autenticidad cada vez más lejos, y se llegó a hacer interpretaciones "auténticas" de música romántica e incluso del siglo XX. Y es que el ser fiel a la partitura no es una exclusiva de la música antigua, debería ser una exigencia de cualquier música, en principio.

A finales de los 90, los pioneros ya habían grabado todo el repertorio importante. Entonces oyeron aquellas grabaciones de los 70 y decidieron volver a grabar muchas cosas, porque evidentemente, aquello no estaba del todo acabado. Así, Harnoncourt, que había grabado las cantatas utilizando niños, en su segunda versión de la Pasión Segun San Mateo, ya decidió utilizar mujeres, aunque cuidando el timbre. Había nuevos intérpretes, se había avanzado en el estudio de los instrumentos y ya no habían aquellos desajustes de las primeras grabaciones. Ya tenemos un producto "auténtico", pero a la vez, con la "calidad" que pide el oyente del siglo XXI, acostumbrado a la fría perfección del CD.

Por lo que yo veo como intérprete, creo que la autenticidad, la busqueda de "lo que pensaba el compositor", ha pasado al segundo plano. Ahora hay toda una generación de músicos formados en esa estética, con concepciones más o menos erróneas, pero que las han mamado, las han estudiado y ya son naturales para ellos. Dentro de esa pretendida estética barroca "auténtica", son creativos y originales como cualquier artista del Siglo XXI (la originalidad a toda costa no era precisamente un rasgo barroco o clásico, y si no que se lo pregunten a Bach, Haendel, Mozart y sus auto-plagios, o sus "préstamos" de otros autores). Somos menos fieles, pero el resultado es más interesante para nuestra sensibilidad.

Falta contaros todo el aspecto comercial de este asunto. Ya seguiré.

Bona nit.

1 comentario

emejota -

Hola! Encantado de encontrar un blog de temática afín (me parece que no abundamos)

Respecto a lo de la interpretación "auténtica" (curioso término) siempre he pensado que escondía una paradoja: se reproducen las condiciones, los instrumentos, las maneras, las afinaciones... pero quienes hacen esa música son ínstrumentistas que poseen una técnica que está a años luz de la que tuvieron los músicos del pasado.

Los críticos se quejan de que los niños de Harnoncourt desafinan, cierto. Pero no hace falta ser un lince para suponer que comparado con lo que debió sonar en Sto Tomás, estos niños son cantantes milagrosos. Y ya puestos, la entonación insegura de un niño Harnoncourt puede tener su encanto. Humaniza el asunto. Prefiero menos epidermis cuidadosamente tratada para que no tenga manchas y más carne, y la carne palpita y tiembla.

(Disculpas por el rollo)

Un saludo cordial