Un mundo cerrado
No nos damos cuenta, pero vivimos en un mundo que no aprovecha las posibilidades que tiene. Es como la gente que calma su sed de música oyendo a los triunfitos y su voz enlatada y su perpetua tónica-dominante-tónica, o a Camela y sus ripios de parvulario, cuando existen al alcance de la mano (si se quiere buscar y se tiene la mente abierta) perfecciones como los cuartetos de Beethoven o las Metamorfosis de Strauss o Bohemian Rhapsody de Queen. Al igual que en la música, nos pasa con todo lo demás. Digo todo esto porque hoy he comido con un amigo arquitecto, muy comprometido con la arquitectura como arte y no como mera repetición de moldes para ahorrar costes y ganar más dinero, y te das cuenta de que donde nosotros vemos un camino o dos a lo sumo, el artista, el experto ve cien. Y nos cerramos al arte, a dejarnos llevar por aquello que nos supera a nosotros mismos y que sólo el que trabaja día a día con esos elementos conoce de verdad. Cuando se podrían hacer casas maravillosas, verdaderas obras de arte adaptadas a su entorno y moldeadas por él, se hacen adosados fotocopiados y cutres. Y no es cuestión de dinero, como enseguida pensaréis, sino de pensar, de imaginar, de ir un poco más allá. Pensar. Qué poco se piensa. Cuántas industrias, emporios, tiempo y dinero gastado para evitarnos pensar, para "entretenernos"... de mirar más allá.
Tengo un sueño recurrente. Me imagino la clásica lampara de Aladino y que el deseo que pediría sería simplemente saberlo todo, conocer todo el saber, todo lo que pasa en el mundo. Tal torrente de información estoy seguro que me conduciría al suicidio (imagínate conocer todo el mal del mundo) o quizá a una opción contemplativa, a aislarme y meditar sobre que hacer con ese saber, si es que se podría "hacer" algo. Esto, que de una manera parecida lo pensó Borges con su Funes el Memorioso (aunque con un matiz diferente porque el sólo podía recordar lo vivido, pero no conocer lo que no estaba al alcance de sus sentidos, cosa que yo sí sabría) me hace siempre acabar pensando que el tesoro real de nuestro mundo no es el dinero ni el amor, sino el tiempo, el tiempo para poder hacer todo lo que uno quiere hacer, para conocer todo, leer todos los libros, oír todas las músicas, amar a todos los que lo necesitan y mirar todos los países y las gentes y sentir todas las emociones humanas. Que Dios me dé tiempo y voluntad de aprovecharlo (importantísimo) para poder llegar a la millonésima parte de lo que me gustaría saber.
El problema no es
si te buscas o no más problemas
El problema no es
ser capaz de volver a empezar
El problema no es
repetir el ayer
como fórmula para salvarse.
El problema no es jugar a darse
El problema no es de ocasión
El problema señor
sigue siendo sembrar amor.
(Silvio Rodríguez)
Cuando empecé este blog me prometí a mi mismo no hacer posts largos y mucho menos poner poemas en ellos, porque son un rollo de leer y hacen que rápidamente le des al botón "atrás" del navegador; pero esto que hoy he sentido, no lo podía explicar en menos espacio. Prometo no reincidir.
Hoy he escuchado mucha música, pero sólo citaré la que no conocía. El cuarteto Op. 59 nº 3 de Beethoven. Los cuartetos de Beethoven son tan profundos que me estresa escucharlos como hilo musical. Sientes que te pierdes tantas cosas que no te aprovecha para nada. Tienes que escucharlos activamente o no escucharlos. Pero si los escuchas, no te los acabas.
Estoy leyendo Vivir para contarla de Gabriel García Márquez
Tengo un sueño recurrente. Me imagino la clásica lampara de Aladino y que el deseo que pediría sería simplemente saberlo todo, conocer todo el saber, todo lo que pasa en el mundo. Tal torrente de información estoy seguro que me conduciría al suicidio (imagínate conocer todo el mal del mundo) o quizá a una opción contemplativa, a aislarme y meditar sobre que hacer con ese saber, si es que se podría "hacer" algo. Esto, que de una manera parecida lo pensó Borges con su Funes el Memorioso (aunque con un matiz diferente porque el sólo podía recordar lo vivido, pero no conocer lo que no estaba al alcance de sus sentidos, cosa que yo sí sabría) me hace siempre acabar pensando que el tesoro real de nuestro mundo no es el dinero ni el amor, sino el tiempo, el tiempo para poder hacer todo lo que uno quiere hacer, para conocer todo, leer todos los libros, oír todas las músicas, amar a todos los que lo necesitan y mirar todos los países y las gentes y sentir todas las emociones humanas. Que Dios me dé tiempo y voluntad de aprovecharlo (importantísimo) para poder llegar a la millonésima parte de lo que me gustaría saber.
El problema no es
si te buscas o no más problemas
El problema no es
ser capaz de volver a empezar
El problema no es
repetir el ayer
como fórmula para salvarse.
El problema no es jugar a darse
El problema no es de ocasión
El problema señor
sigue siendo sembrar amor.
(Silvio Rodríguez)
Cuando empecé este blog me prometí a mi mismo no hacer posts largos y mucho menos poner poemas en ellos, porque son un rollo de leer y hacen que rápidamente le des al botón "atrás" del navegador; pero esto que hoy he sentido, no lo podía explicar en menos espacio. Prometo no reincidir.
Hoy he escuchado mucha música, pero sólo citaré la que no conocía. El cuarteto Op. 59 nº 3 de Beethoven. Los cuartetos de Beethoven son tan profundos que me estresa escucharlos como hilo musical. Sientes que te pierdes tantas cosas que no te aprovecha para nada. Tienes que escucharlos activamente o no escucharlos. Pero si los escuchas, no te los acabas.
Estoy leyendo Vivir para contarla de Gabriel García Márquez
2 comentarios
inriquito -
El Martillo de Thor -
a ver si ayudan relatos como el tuyo
un saludo