¿Se nos acaba el chollo? Hacia donde va la Música Clásica (I)
(Aviso: Hoy toca ladrillo. Tengo ganas de escribir y el tema da de si)
Hoy he estado en un concierto de un coro, donde se presentaba un CD que había grabado el coro en cuestión con la obra integral de un compositor valenciano que no voy a nombrar para no herir a nadie y porque realmente podria haber sido cualquier compositor. El concierto ha estado muy bien, en realidad, muy bien interpretado, con una introducción por un musicólogo analizando la obra que se iba a escuchar, pero me traído a la mente algunas ideas que me rondan por la cabeza desde siempre. Trataré de no enrollarme mucho.
¿Hacia dónde va la música "clásica"? ¿Para que sirve nuestra especialización como intérpretes?
Te pasas años enteros de tu vida estudiando cómo interpretar la música, como tocar tu instrumento con la mayor perfección posible, pero ¿a quién van dirigidos todos esos esfuerzos? Estoy convencido de que el público medio (y también muchos de los músicos profesionales que conozco) son incapaces de saber con precisión si un acorde de los que se han cantado hoy estaba afinado o no, o son incapaces de sentir una frase bien acabada, o un matiz cantado conforme a la partitura. Es decir, que las cosas en las que los músicos ponemos más énfasis, como las concernientes a estilo, perfección técnica o afinación, no son notadas por el público medio y si fuesen cambiadas u omitidas, no se resentiría el resultado final del concierto. Recuerdo muchas horas de trabajo tratando de evitar un tirón del arco, o arreglando un cambio de posición no del todo limpio, para que después la gente todo lo que sabe decir es que "es muy bonito". No pretendo con esto denostar al público y ponerme por encima del bien y del mal, sino plantearme la meta de la especialización en nuestro trabajo.
Otro ejemplo: cierto grupo dedicado a la interpretación de la música antigua recupera una serie de obras de un olvidado maestro de capilla valenciano (o cordobés, da igual) de calidad musical bastante mediocre y las presenta en un concierto. ¿Para qué? ¿Qué gana el público con eso, si no conoce nada de los rasgos de la música valenciana del XVIII, ni ha escuchado nada en su vida de ese compositor, ni tal vez vuelva a escucharlo, ni es capaz de decirte un solo compositor del Barroco o una obra completa aparte del Canon de Pachelbel y las 4 Estaciones?. Creo que la respuesta es sencilla. El canon de obras de Música Clásica, el "Gran Repertorio", es un camino muy trillado por el músico profesional, aparte de bastante limitado en el tiempo y en la cantidad de obras. Como no nos podemos pasar la vida tocando Cánones de Pachelbel y Sinfonías de Beethoven, buscamos repertorio nuevo, que suponga un reto, una experiencia nueva para nosotros, pero ese repertorio generalmente no interesa tanto al público que se acerca a la sala de conciertos, porque no lo conoce, no tiene referencias para aprehenderlo y disfrutar con él. Resultado: desbandada en los conciertos, excepto cuando tocas Las Cuatro Estaciones. Pero lo terrible es que es el público el que en teoría da de comer al intérprete (realidad cada vez más irreal sin la intervención estatal, lo que conduce al dirigismo cultural).
La otra gran salida para huir de ese "Gran Repertorio" y no perder público es el "milagro" de nuestro tiempo: el Cross-over. ¿Qué es eso? Pues sencillo, los repertorios limítrofes a la música clásica tradicional, que tienen o el "exotismo" políticamente correcto o que son más familiares en sus códigos para el espectador moderno habituado a los medios audiovisuales. La música de cine, la música de baile (tangos, ritmos latinoamericanos, música tendiente a folk), el jazz o la fusión (mezclar cualquiera de esos elementos entre sí). Así, Baremboim hace discos de música brasileña, Yo-Yo-Ma hace Country (Bluegrass), etc...
En la música antigua este fenomeno se traduce en ir cada vez más hacia atrás, interpretando músicas de la Edad Medía o Renacimiento, donde la partitura es menos rígida y da un mayor margen a la improvisación o a integrar otros elementos (escénicos, literarios, o visuales) en el concierto, bordeando la frontera con la música New Age.
Pero para tal viaje no hacen falta tales alforjas. Vuelvo a lo mismo. Mi técnica de conservatorio no me sirve para nada si lo que tengo que interpretar es un rag de Joplin, un tango de Piazzolla o el último éxito de John Williams. Todas estas músicas hacen "cosquillas en los oídos", en palabras de Bach, pero no son la expresión máxima de la técnica y la musicalidad que se nos exige.
Y no entro en todas las cuestiones de márqueting que son cosa de las grandes estrellas y en el mercado del disco. Me quedo en mi parcelita. Aquí la cosa está clara. O haces Gran Repertorio o no interesas a nadie, y aún así, no puedes vivir sin apoyo público directo o indirecto. Pero es que encima, la música que haces (aunque sea Gran Repertorio) sólo le interesa a un 1% de los integrantes de la sociedad en la que vivimos, y de ese 1%, sólo un escaso 10% (o sea, un 0,01% del total) es capaz de entender, valorar y criticar con buen juicio lo que uno trata de transmitir a la hora de hacer la música.
Bonito panorama. Otro día hablaré de la falacia que muchos músicos me sostienen sobre que los conservatorios sirven para crear un público para la música clásica, formado e informado entre todos los que no llegan a profesionales (que son el 95% del total de los alumnos que pasan por un conservatorio, citando los estudios más optimistas).
Bona nit
P.D. ¡Qué a gusto me he quedado! :-P
Hoy he estado en un concierto de un coro, donde se presentaba un CD que había grabado el coro en cuestión con la obra integral de un compositor valenciano que no voy a nombrar para no herir a nadie y porque realmente podria haber sido cualquier compositor. El concierto ha estado muy bien, en realidad, muy bien interpretado, con una introducción por un musicólogo analizando la obra que se iba a escuchar, pero me traído a la mente algunas ideas que me rondan por la cabeza desde siempre. Trataré de no enrollarme mucho.
¿Hacia dónde va la música "clásica"? ¿Para que sirve nuestra especialización como intérpretes?
Te pasas años enteros de tu vida estudiando cómo interpretar la música, como tocar tu instrumento con la mayor perfección posible, pero ¿a quién van dirigidos todos esos esfuerzos? Estoy convencido de que el público medio (y también muchos de los músicos profesionales que conozco) son incapaces de saber con precisión si un acorde de los que se han cantado hoy estaba afinado o no, o son incapaces de sentir una frase bien acabada, o un matiz cantado conforme a la partitura. Es decir, que las cosas en las que los músicos ponemos más énfasis, como las concernientes a estilo, perfección técnica o afinación, no son notadas por el público medio y si fuesen cambiadas u omitidas, no se resentiría el resultado final del concierto. Recuerdo muchas horas de trabajo tratando de evitar un tirón del arco, o arreglando un cambio de posición no del todo limpio, para que después la gente todo lo que sabe decir es que "es muy bonito". No pretendo con esto denostar al público y ponerme por encima del bien y del mal, sino plantearme la meta de la especialización en nuestro trabajo.
Tengo la impresión (que se confirma con el tiempo) de que los músicos profesionales que nos dedicamos a la música clásica hacemos todo nuestro trabajo para pura realización personal, sin tener en cuenta para nada el público, que por otra parte, nos abandonó hace tiempo y se mueve en otra órbita.
Otro ejemplo: cierto grupo dedicado a la interpretación de la música antigua recupera una serie de obras de un olvidado maestro de capilla valenciano (o cordobés, da igual) de calidad musical bastante mediocre y las presenta en un concierto. ¿Para qué? ¿Qué gana el público con eso, si no conoce nada de los rasgos de la música valenciana del XVIII, ni ha escuchado nada en su vida de ese compositor, ni tal vez vuelva a escucharlo, ni es capaz de decirte un solo compositor del Barroco o una obra completa aparte del Canon de Pachelbel y las 4 Estaciones?. Creo que la respuesta es sencilla. El canon de obras de Música Clásica, el "Gran Repertorio", es un camino muy trillado por el músico profesional, aparte de bastante limitado en el tiempo y en la cantidad de obras. Como no nos podemos pasar la vida tocando Cánones de Pachelbel y Sinfonías de Beethoven, buscamos repertorio nuevo, que suponga un reto, una experiencia nueva para nosotros, pero ese repertorio generalmente no interesa tanto al público que se acerca a la sala de conciertos, porque no lo conoce, no tiene referencias para aprehenderlo y disfrutar con él. Resultado: desbandada en los conciertos, excepto cuando tocas Las Cuatro Estaciones. Pero lo terrible es que es el público el que en teoría da de comer al intérprete (realidad cada vez más irreal sin la intervención estatal, lo que conduce al dirigismo cultural).
La otra gran salida para huir de ese "Gran Repertorio" y no perder público es el "milagro" de nuestro tiempo: el Cross-over. ¿Qué es eso? Pues sencillo, los repertorios limítrofes a la música clásica tradicional, que tienen o el "exotismo" políticamente correcto o que son más familiares en sus códigos para el espectador moderno habituado a los medios audiovisuales. La música de cine, la música de baile (tangos, ritmos latinoamericanos, música tendiente a folk), el jazz o la fusión (mezclar cualquiera de esos elementos entre sí). Así, Baremboim hace discos de música brasileña, Yo-Yo-Ma hace Country (Bluegrass), etc...
En la música antigua este fenomeno se traduce en ir cada vez más hacia atrás, interpretando músicas de la Edad Medía o Renacimiento, donde la partitura es menos rígida y da un mayor margen a la improvisación o a integrar otros elementos (escénicos, literarios, o visuales) en el concierto, bordeando la frontera con la música New Age.
Pero para tal viaje no hacen falta tales alforjas. Vuelvo a lo mismo. Mi técnica de conservatorio no me sirve para nada si lo que tengo que interpretar es un rag de Joplin, un tango de Piazzolla o el último éxito de John Williams. Todas estas músicas hacen "cosquillas en los oídos", en palabras de Bach, pero no son la expresión máxima de la técnica y la musicalidad que se nos exige.
Y no entro en todas las cuestiones de márqueting que son cosa de las grandes estrellas y en el mercado del disco. Me quedo en mi parcelita. Aquí la cosa está clara. O haces Gran Repertorio o no interesas a nadie, y aún así, no puedes vivir sin apoyo público directo o indirecto. Pero es que encima, la música que haces (aunque sea Gran Repertorio) sólo le interesa a un 1% de los integrantes de la sociedad en la que vivimos, y de ese 1%, sólo un escaso 10% (o sea, un 0,01% del total) es capaz de entender, valorar y criticar con buen juicio lo que uno trata de transmitir a la hora de hacer la música.
Bonito panorama. Otro día hablaré de la falacia que muchos músicos me sostienen sobre que los conservatorios sirven para crear un público para la música clásica, formado e informado entre todos los que no llegan a profesionales (que son el 95% del total de los alumnos que pasan por un conservatorio, citando los estudios más optimistas).
Bona nit
P.D. ¡Qué a gusto me he quedado! :-P
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