Maratón Woody Allen
Este fin de semana he visto dos películas de Woody Allen, aunque no sé exactamente por qué; supongo que me habrá recordado algo el estreno de su última peli en Cannes, que ha salido en todas las teles, radios y periódicos. Hemos visto Manhattan y Melinda y Melinda.
La primera es del año 1979 y la última del año pasado, 2004. 25 años de diferencia entre una y otra, que me sirven para interpretar la evolución (o involución, desgraciadamente) de Woody.
Las dos se desarrollan en Manhattan, los personajes son neoyorquinos cultos, de clase media-alta, aspiraciones artísticas o intelectuales, y tremendos líos sentimentales de fondo. Las dos tienen bandas sonoras que reflejan los gustos del director por el jazz clásicon y la música clásica (creo que mi afición al jazz de los últimos 10 años viene motivada por las películas de Woody Allen).
Pero las ideas han cambiado tanto como los tiempos. Por ejemplo, la obsesión por el psicoanálisis, tan setentera-ochentera, ha desaparecido de las últimas películas de Woody Allen. El judaísmo neoyorquino y sus conflictos ya no se ven tanto en sus películas. Pero para mí, lo peor ha sido un cambio de fondo.
En Manhattan, el "mensaje" no es explícito, simplemente el director te presenta la historia y tú sacas las conclusiones de lo que es bueno o malo, positivo o negativo. En "Melinda y Melinda" se coge una idea (¿es la vida una comedia o una tragedia?, ¿qué es lo que predomina en la esencia humana?), se enuncia explícitamente, se desarrolla y se soluciona en la escena final. Todo muy bonito, cerrado y made in USA. Me da la impresión de que en sus últimas películas, Woody Allen considera al espectador un niño al cual hay que explicarle el mensaje de la película, para que no se quede sólo en la historia.
¿Tan bobos nos hemos hecho? ¿Son necesarios los personajes que cenan y dan vida a las dos historias de Melinda? ¿Es necesario que nos cuenten su moraleja como si hubiera un Homer Simpson al otro lado de la pantalla?
Parece como si Woody Allen diera la razón a los americanos, que consideran sus películas demasiado intelectuales, y se rebajara a explicarles bien mascadito el mensaje de sus pelis. ¡Por favor!
En Manhattan esto no es así, y eso es lo que más me gusta. Aparte de que Woody como actor se sale, y los sucedáneos de si mismo que ha puesto en sus últimas películas (por ejemplo el personaje de Hobie, un claro alter ego de él con sus mismos tics), sólo nos sirven para recordarnos lo irrepetible que es como humorista y actor.
Me quedo con las películas antiguas de Allen, y de las modernas, sólo salvaría las "locas", aquellas en las que no pretende endilgarnos ningún mensaje "pseudofilosófico", como Granujas de Medio pelo o La Maldición del Escorpión de Jade. Películas como Felicity , Desmontando a Harry o Melinda y Melinda me desmitifican a uno de los mejores genios del cine que quedan vivos.
De todas maneras, si comparamos las películas de Woody Allen con las producciones del cine USA actual, hasta sus peores bodrios son obras maestras, siempre de buena factura, bien contadas y técnicamente impecables. Y es que el cine guiri esta muy mal...salvo excepciones.
Espero que no os haya asustado el ladrillo.
Bona nit
La primera es del año 1979 y la última del año pasado, 2004. 25 años de diferencia entre una y otra, que me sirven para interpretar la evolución (o involución, desgraciadamente) de Woody.
Las dos se desarrollan en Manhattan, los personajes son neoyorquinos cultos, de clase media-alta, aspiraciones artísticas o intelectuales, y tremendos líos sentimentales de fondo. Las dos tienen bandas sonoras que reflejan los gustos del director por el jazz clásicon y la música clásica (creo que mi afición al jazz de los últimos 10 años viene motivada por las películas de Woody Allen).
Pero las ideas han cambiado tanto como los tiempos. Por ejemplo, la obsesión por el psicoanálisis, tan setentera-ochentera, ha desaparecido de las últimas películas de Woody Allen. El judaísmo neoyorquino y sus conflictos ya no se ven tanto en sus películas. Pero para mí, lo peor ha sido un cambio de fondo.
En Manhattan, el "mensaje" no es explícito, simplemente el director te presenta la historia y tú sacas las conclusiones de lo que es bueno o malo, positivo o negativo. En "Melinda y Melinda" se coge una idea (¿es la vida una comedia o una tragedia?, ¿qué es lo que predomina en la esencia humana?), se enuncia explícitamente, se desarrolla y se soluciona en la escena final. Todo muy bonito, cerrado y made in USA. Me da la impresión de que en sus últimas películas, Woody Allen considera al espectador un niño al cual hay que explicarle el mensaje de la película, para que no se quede sólo en la historia.
¿Tan bobos nos hemos hecho? ¿Son necesarios los personajes que cenan y dan vida a las dos historias de Melinda? ¿Es necesario que nos cuenten su moraleja como si hubiera un Homer Simpson al otro lado de la pantalla?
Parece como si Woody Allen diera la razón a los americanos, que consideran sus películas demasiado intelectuales, y se rebajara a explicarles bien mascadito el mensaje de sus pelis. ¡Por favor!
En Manhattan esto no es así, y eso es lo que más me gusta. Aparte de que Woody como actor se sale, y los sucedáneos de si mismo que ha puesto en sus últimas películas (por ejemplo el personaje de Hobie, un claro alter ego de él con sus mismos tics), sólo nos sirven para recordarnos lo irrepetible que es como humorista y actor.
Me quedo con las películas antiguas de Allen, y de las modernas, sólo salvaría las "locas", aquellas en las que no pretende endilgarnos ningún mensaje "pseudofilosófico", como Granujas de Medio pelo o La Maldición del Escorpión de Jade. Películas como Felicity , Desmontando a Harry o Melinda y Melinda me desmitifican a uno de los mejores genios del cine que quedan vivos.
De todas maneras, si comparamos las películas de Woody Allen con las producciones del cine USA actual, hasta sus peores bodrios son obras maestras, siempre de buena factura, bien contadas y técnicamente impecables. Y es que el cine guiri esta muy mal...salvo excepciones.
Espero que no os haya asustado el ladrillo.
Bona nit
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